Hernández Arregui y el rol de la intelectualidad argentina

El siguiente escrito se propone indagar sobre la obra de uno de los autores más importantes, y quizás también, uno de los más relegados del pensamiento nacional argentino, Juan José Hernández Arregui. Por María Inés Solans. Especial para El Diario.
miércoles, 25 de febrero de 2015 · 21:04
El siguiente escrito se propone indagar sobre la obra de uno de los autores más importantes, y quizás también, uno de los más relegados del pensamiento nacional argentino, Juan José Hernández Arregui. Su obra presenta una constante preocupación por el ser nacional, la conciencia nacional, la cultura argentina y el impacto del imperialismo. 

Es interesante el estudio de dicho autor porque sus análisis de la realidad argentina, siguen siendo significativos para entender procesos políticos actuales, así como también, el rol de los intelectuales y del periodismo en ellos.
 
Es importante destacar sus posiciones sobre cómo pensar la cultura argentina y el ser nacional, en el contexto de una economía de dependencia. Por lo tanto, es importante destacar su capacidad para salirse de las posiciones dogmáticas, y alejarse de las teorías europeístas de izquierda y de derecha, partiendo de la realidad concreta argentina y latinoamericana. Además una de sus características esenciales es su posición ideológica bien definida a la hora de realizar análisis sociológicos y políticos. Esto último, es relevante en una tradición académica que se presenta como neutral y objetiva, ocultando casi siempre, sus posturas ideológicas y políticas particulares.
 
En la actualidad siguen en discusión preguntas que ya en la década del `50 se realizaba Arregui. ¿Qué características son propias del pensamiento argentino y latinoamericano? ¿Cuáles son originales del modo de generar pensamiento en esta región? ¿Qué rol cumplen las universidades en esos procesos? ¿Qué influencia tienen los estados imperialistas y las "potencias” en esa generación de pensamiento? ¿Para qué?

1.
Juan José Hernández Arregui (1912-1974) fue un filósofo, ensayista, pensador y político argentino. En su juventud participó del Partido Radical, del cual se retiró en 1947 al acercarse al peronismo de la mano de Arturo Jauretche. En su carrera académica e intelectual editó cuentos, fue docente en distintas facultades y publicó numerosos trabajos. Tras el golpe de 1955, sufrió el aislamiento, fue separado de sus cátedras, y prohibido en diarios y revistas. En ese período formó parte de la resistencia peronista. En 1957 publicó su obra fundamental: Imperialismo y Cultura, sobre la cual se trabajará en este ensayo. Allí hace una crítica a la historia de las ideas en Argentina. Luego publicó obras como La formación de la conciencia nacional, ¿Qué es el ser nacional?, Nacionalismo y Liberación (Metrópolis y colonias en la era del imperialismo) y Peronismo y Socialismo. Que también se convirtieron en clásicos del pensamiento nacional y popular argentino.
 
Es esencial hacer esta reseña bibliográfica para dar cuenta desde qué lugar hablaba este autor sobre los procesos culturales e intelectuales argentinos. A pesar de tener cátedras universitarias y participar de la vida académica cumpliendo con sus cánones, pudo separarse críticamente del conocimiento producido por la Universidad para plantearse cuán alejada o cercana estaba esta producción de pensamiento de las necesidades del país y la región. Además, para poder analizar en qué aportaba la Universidad a los procesos políticos con raigambre popular como el peronismo.
 
Por eso, para abordarlo es necesario tener en cuenta el contexto histórico desde el cual escribe. A escala mundial, la influencia de las guerras mundiales y las posguerras (con su consecuente mapa geopolítico); el problema del imperialismo de las naciones europeas capitalistas avanzadas; la revolución rusa y la creación de la Unión Soviética y las repercusiones que eso tuvo en el movimiento obrero y el sindicalismo mundial. En Argentina, el yrigoyenismo, su caída, la década infame y, como hecho más trascendental el surgimiento del peronismo y lo que significó su derrocamiento (la resistencia peronista, la proscripción, los gobiernos militares, etc.)

En este marco y con esos sucesos que marcaron en forma directa su pensamiento, Juan José Hernández Arregui escapa a los paradigmas estáticos de la teoría (muy de moda por esa época en el mundo) y habiendo realizado una amplia gama de lecturas que incluyen a Marx, Freud, Engels, Nieztche, Dotoievski combinados con los pensadores argentinos clásicos y los que estaban escribiendo en su época (Martínez Estada, Sábato, Jauretche, Cooke, Ortega Peña, Puiggrós y una larga lista de etcéteras) busca conciliar el marxismo con su realidad concreta, el peronismo. 

Es así que Hernández Arregui analiza la producción de ideas argentinas a la luz de las teorías mundiales, pero también las compara críticamente, busca similitudes pero se aleja cuando se tratan de realidades muy diferentes a las latinoamericanas. Lejos de hacer un análisis inocente, vincula el surgimiento de las corrientes de pensamiento con su raíz histórica, social, política y económica. Desde allí entiende que, muchas veces, el pensamiento argentino y latinoamericano abandona esa sana práctica y el conocimiento termina desprendido de nuestras realidades lo que frecuentemente lleva a dos caminos: a tener un contenido abstracto e inútil o a favorecer directamente la intrusión de las potencias en los países dependientes. 

A partir de allí en Imperialismo y Cultura, Arregui hace una minuciosa crítica de los intelectuales argentinos, sus ideas y los mecanismos de distribución de esas producciones. Para este pensador, muchos de sus colegas participan de un círculo cerrado, "casi secta” dirá, y escriben textos cuya admiración explícita a Europa, particularmente a Francia e Inglaterra; su menosprecio por las costumbres y las tradiciones argentinas; su repugnancia  tanto al indígena como al gaucho y, vinculado a Yrigoyen y a Perón, a la clase obrera o los cabecitas negras; su estilo y en algunos casos, hasta el idioma en el que escriben, entre otras cualidades, hacen que sus textos no se condigan con nuestras sociedades. Además, dirá Hernández Arregui en varias de sus producciones, no aportan nada a las construcciones democráticas argentinas, por el contrario, ponen en circulación valores que entorpecen las formaciones políticas propias y populares, al tiempo que favorecen la manipulación por parte de grandes intereses económicos de grupos poderosos pertenecientes a la oligarquía local con vinculación a los países imperialistas. 


2.
Nuestro autor encuentra varias razones por la que los intelectuales se alejarían de las sociedades argentinas y latinoamericanas. Para él, estos pensadores; que nombra explícitamente, Victoria Ocampo, Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, entre otros; niegan o esconden el hecho de que en tanto artistas son seres sociales. Es decir que existen bajo los estímulos de su entorno y su tiempo histórico concreto.

Por eso es importante volver al contexto y citar a Hernández Arregui (2005:81) que describe el período político previo al auge de los escritores señalados más arriba. El autor argumenta que "el modernismo literario, viento renovador en el orden estético, complejo y contradictorio en el orden social, coincide en parte con la victoria del radicalismo en 1916. El radicalismo, como movimiento político de la pequeña burguesía de origen inmigrante y de las difusas tendencias federalistas anteriores, es tanto una oposición al régimen oligárquico, como el intento de consolidar una cultura de raíz nacional. Los hombres prominentes de esta generación, desde distintos orígenes ideológicos, vistos dentro del proceso histórico del pensamiento argentino, encarnan, junto al radicalismo triunfante, la conciencia nacional que medita en sí misma. Ingenieros, Gálvez, Almafuerte, Rojas, Joaquín V. González, Lugones, etc., representan este sentimiento creciente de los intelectuales de la clase media urbanos y provincianos, y en tal sentido, concordante con el ascenso democrático de las masas de la ciudad y el campo”. 
Sin embargo, en 1930 la oligarquía agropecuaria restaura su poder político con un golpe militar que derroca al presidente democrático del radicalismo. En este contexto, surge la revista Sur que nucleará la producción intelectual criticada por Arregui. Sur estará integrada por miembros de la élite argentina o pensadores cuyas ideas se corresponden con las de esa élite, aunque provengan de otro estrato social.  La revista con tendencias culturales ajenas a "lo argentino” (que identifica con la carencia y el atraso) buscará orientar la mentalidad de su público.

Arregui (2005:87) indica críticamente que "después de 1930 se observa una doble actitud de parte de los escritores argentinos. La mayoría se acomoda a la nueva situación. Estos grupos se transfiguran, con posterioridad a 1930, en `élites` doradas, en partidarias del arte por el arte, de la literatura pura y el extranjerismo mental, que es el correlato del extranjerismo económico y cultural de la oligarquía usurpadora del poder. Otros escritores, acalladas ya las disputas de la década anterior polarizadas alrededor de los grupos de Florida y Boedo, toman otra ruta: el nihilismo literario, o bien, el redescubrimiento de lo argentino. Tales sectores, oriundos de la clase media, tienen conciencia de la crisis mundial, pero en los comienzos, su actitud frente al país es inconcreta. El "ser nacional” se concibe en abstracto o no se piensa en él. Esa literatura es sincera frente a la realidad, pero aparece impregnada de un pesimismo ambiental, de un sentimiento de frustración inasible.”
Para Hernández Arregui (2005: 115) otra de las causas de por qué los intelectuales toman una posición alejada de los intereses argentinos radica en su origen social: "la posición de clase modela la imagen del mundo” dirá nuestro autor. Y después reiterará refiriéndose de nuevo a Sur: "El círculo, además ejerce una coacción invisible sobre la producción de sus miembros que, por otra parte, responde a los gustos de un público orientado al libro por claros intereses de clase”. (Hernández Arregui, 2005:126). Para él, la actitud de estos intelectuales está muy vinculada, lejos de lo que ellos pretenden mostrar, a los intereses económicos y políticos de una clase en particular que goza de los beneficios de su posición en la estructura social y en el fondo siempre teme perderla y es por eso que es reacia a los cambios. A ese hecho imputa Hernández Arregui (2005) las características de la literatura producida por esos grupos, se trata de un compromiso que asumieron con el orden oligárquico. 
Finalmente, caracteriza a los miembros de Sur por los siguientes cinco rasgos que darán una explicación cabal de qué intereses defendieron y cómo: "1º) una actitud pretendidamente independiente con respecto a la creación artística, la creación pura para el arte puro. 2º) una sobreestimación de las influencias extranjeras con un contrapuesto sentimiento de desdén frente a lo autóctono 3º) una concepción de la Cultura como patrimonio de las "elites” y el correlativo sentimiento de apartamiento de las masas, 4º) un predominio de la forma sobre el contenido en la obra literaria y una tendencia a la explicación espiritualista de los procesos materiales del país. 5º) una tendencia a plegarse a las modas europeas como signo de prestigio espiritual. 6º) un espíritu de cuerpo cerrado que unifica a sus miembros contra toda tendencia o grupo que tienda a desplazarlos de la función social asignada”. (Hernández Arregui, 2005:126)

3.
Hernández Arregui relaciona al imperialismo directamente con las formas de cultura exaltadas por los grupos intelectuales a los que viene criticando. Para él, como ya se mencionó anteriormente, estas formas de literatura, de escritura, de transmisión de ideas y de contenidos de ellas están estrechamente vinculados con un interés particular y es el de ciertas economías desarrolladas imperialistas, en particular, Gran Bretaña. Estos países resultan beneficiados con la degradación de la historia nacional, con la sobreestimación de sus culturas extranjeras así como de sus idiomas. También le es positivo cuando las clases oligárquicas (y muchas veces, por extensión las clases medias) hacen dogmas de sus recetas económicas. 
Arregui (2005:63) dirá "la irrupción invasora del imperialismo con sus formas disolventes de las culturas autóctonas, trae enancado el movimiento modernista, que en este orden, es manifestación de la colonización espiritual que avanza. El modernismo literario es un lujo que la oligarquía agrega a su curiosidad de arribista de la cultura. Pero en diverso sentido, al pasar a otras capas sociales, engranó por su potencialidad reanudadora del lenguaje poético y por su proclividad a lo ornamental, con la exaltación del paisaje vernáculo, contribuyendo así a la exuberancia descriptiva, inédita y sonora de la tierra americana como algo distinto a lo europeo. Este elemento geográfico, metido de contrabando en formas estéticas foráneas, es el único rasgo propio que ofrece el modernismo en estos países, aliado a la fría imitación de la forma, salvo en algunos poetas que por su origen popular más que modernistas fueron reformadores políticos”.

El modernismo literario perdió fuerzas luego de que las masas entraran al escenario político en 1945. Sin embargo, volvería paralelamente al ascenso y retorno al poder de la oligarquía ganadera íntimamente vinculado a Inglaterra. Lo que vuelve a poner de manifiesto el vínculo entre el país imperialista y la producción y circulación de determinadas concepciones artísticas e intelectuales. 

Es esencial señalar que en esta relación entre la influencia del imperialismo y los círculos de pensamiento, la prensa juega un papel sino definitorio, al menos importante. Ya a comienzos de la segunda mitad del siglo XX la opinión pública era una de las caras del  poder social y Arregui podía dilucidar el poder de los medios de comunicación en la construcción de la misma, situación ésta que no ha variado en su esencia hasta nuestros días, más aún, se ha perfeccionado. 

Los medios poseen hoy, la capacidad, debido a su control sobre la producción y circulación de ideas, de influir en la opinión pública. Son, ante todo, empresas que persiguen beneficios comerciales y esto dificulta el pleno ejercicio del supuesto de la libertad de prensa. A pesar de que muchas veces estos mismos medios son los que levantan la bandera de la libertad de informar cuando quien la obstaculiza va en contra de sus intereses, por el contrario, si quien financia al medio o sus auspiciantes intervienen en la línea editorial, en qué se publicará o qué no, se entiende que se trata de un hecho ajeno a la libertad de prensa. En la discusión (que llega hasta nuestro días) acerca del periodismo, la libertad de prensa y de empresa, hay quienes buscan invisibilizar que aún existen voces que no tienen difusión (con sus respectivos problemas, logros y concepciones), que pretenden ocultar las relaciones de poder en la comunicación y que no reconocen que se habla desde un lugar con determinados intereses, problemas y valores. Un ejemplo (también actual) y que lo propone el mismo Hernández Arregui (2005:128) es la SIP, el autor señala que "fue formada para servir a los grandes intereses de los trusts y consorcios con intereses en Latinoamérica y para manejar la prensa de estos países de acuerdo con los negocios de la plutocracia”.  A pesar de esto, aún hoy este organismo se presenta como independiente, neutral y objetivo. Jauretche negará rotundamente que exista un periodista con esas cualidades ya que la misma actividad implica una posición por parte del profesional a la vez que clasificará los diarios y la radio como instituciones forjadoras de cultura que denominó "aparatos de colonización pedagógica”. La colonización pedagógica busca generar en los países dependientes una opinión pública favorable a la explotación de la riqueza interna por parte de las metrópolis. Concluiremos entonces con que el periodismo está íntimamente ligado a los intereses del poder económico y político. El encubrimiento tras las posturas de "periodismo independiente” y la "libertad de prensa” en los hechos se vuelve libertad de empresa de los grupos financieros y económicos poderosos. Entonces el periodismo se inscribe en las luchas del poder y promueve instituciones culturales con funciones determinadas.
La creación y posterior manipulación de la "opinión pública”; una categoría abstracta que homogeneiza opiniones ligadas a posiciones económicas, sociales y políticas así como vinculadas a un momento histórico y personal; contribuye a prestigiar ideas y personas o desmerecerlas. En esta carrera de la generalización se esconde una trampa y es que los intereses, problemas, valores y costumbres ligados a una determinada clase (la que tiene la posibilidad de participar en los medios de comunicación y de visibilizarse) se presentan como universales.
El imperialismo, entonces, tan inmerso en los procesos mediáticos de masas forma una "opinión pública” conservadora. El autor (Hernández Arregui, 2005:212) dirá "la propaganda del imperialismo apunta particularmente a aquellas clases sociales que temen al cambio. La clase media es uno de sus objetivos centrales. La clase media o pequeño-burguesía, a diferencia de la burguesía o el proletariado muy homogéneas en su composición de clase y en sus valorizaciones sociales, ofrece desigualdades de composición, asimetrías de nivel y diversidades ideológicas en sus diversos estratos componentes – pequeños industriales, comerciantes, profesionales, maestros, empleados-, y esta diversidad de composición se expresa en una forma extrema del individualismo y en cierta resistencia a la solidaridad social organizada, aún en aquellos sectores como los empleados, tan cercano en cuanto su "status” económico del obrero”. Agregará que "esta clase, muy sugestionable y formada en el sistema de costumbres y valorizaciones de la burguesía, es fácilmente orientada por los grupos interesados en modificar una situación política dada. La técnica utilizada es siempre la exaltación de la moral, la necesidad de restaurar los cimientos del orden amenazados, la familia, la religión, la propiedad” (Hernández Arregui, 2005:212).

Es bueno remarcar que para Arregui, los productores de cultura tienen dos vías: acompañan la formación de la conciencia nacional y la organización política del pueblo o la retardan. En esto juegan un papel preponderante las instituciones como los partidos políticos, la Iglesia, las fuerzas armadas, la prensa y las universidades. 

Hernández Arregui a partir de su marxismo conjuga la realidad económica y material con los procesos culturales de Latinoamérica. Entonces le reclama al escritor, al artista y al intelectual que tenga conciencia de su país y su pueblo. Le demanda que deje de lado el pesimismo frívolo con el que lo identificaba y se ubique es su lugar histórico. No por casualidad, para Arregui, es después de los grandes sucesos históricos (guerras, revoluciones, etc.) que se producen cambios profundos en las culturas, surgen distintos ritmos de pensar colectivo y modas artísticas  
 
A modo de conclusión.
El pensamiento argentino y latinoamericano es singular en sus características, en sus modos producción, de circulación y distribución. Quizás podemos arriesgarnos a decir que en Latinoamérica no son siempre las Universidades las que llevan la delantera al momento de producir el pensamiento más arraigado a nuestros pueblos y sus necesidades. También podemos apresurarnos a decir que no todos los pensadores más acertados a la hora de analizar sociológica y políticamente estas sociedades respetaron los cánones académicos y los requisitos para convertirse en "teoría” según la Universidad, o la Universidad europea. Esto tampoco es pura casualidad. En el marco de una matriz de pensamiento atravesada por el poder colonial capitalista se produjo una configuración cultural a nivel mundial (simbólica y material) que  tenía a Europa como su centro y bajo su hegemonía todas las formas de control de la subjetividad, de la cultura y, especialmente, de la producción de conocimiento. 

Por lo tanto, prestar atención y rescatar los aportes de alguien como Hernández Arregui a la sociología argentina y latinoamericana no está de más. Incluso aporta en el intento de empezar a romper con la periferia que sufren los intelectuales menospreciados por nuestra historia académica y dar cuenta de la significatividad que tiene su obra para entender la historia y la realidad actual. La sociología de Hernández Arregui nos propone poner en cuestión la relación ciencia/intelectualidad/política rechazando los mitos de la autonomía académica y la neutralidad científica. Nos plantea vislumbrar las razones de esos mitos: intereses de un imperialismo que mediante el ejercicio de su poder cultural impone al pensamiento moderno una racionalidad instrumental y cosificadora que invalida otras racionalidades existentes, que le son periféricas e incluso, opuestas. Este puede ser el caso de muchos autores latinoamericanos que han hecho una cabal descripción de nuestros problemas e intereses a partir de novelas, ensayos y hasta canciones (podemos citar los casos de canciones como El Cosechero que cuenta la realidad vinculada a la cosecha de algodón en el monte chaqueño o El mensú que hace su parte con la explotación de los indígenas en las plantaciones de yerba mate).

En un plano más concreto de su trabajo, tal como nos planteamos en la introducción es interesante su visión sobre cómo participan en la cultura ciertos intelectuales argentinos y también la prensa de la primera mitad del siglo XX. El autor deja entrever que una de las causas del desprecio de los intelectuales argentinos a las masas es debido a su impermeabilidad frente a la presencia de lo extraño, de lo extranjero. Sin embargo, lo central en este autor en el análisis de la cultura es lo crucial del fenómeno de la dependencia, la historia, la economía y el imperialismo. Y Hernández Arregui lo sostiene explícitamente en Imperialismo y cultura (2005:): "En este trabajo la crítica estética cede a la historia crítica de las ideas. El punto de partida es la consideración de la actividad cultural como ideología, y en especial, con relación a la literatura en tanto personificación encubierta de un ciclo económico”. Todas las modificaciones en los gustos y en los cambios estéticos deben ser estudiadas a la luz de la sociología en tanto cosas colectivas y explicadas a partir de la sociedad en que nacen y no por procesos individuales. Así el artista como individuo se inspira en el mundo que lo rodea y sus formas estéticas provienen también de la colectividad.  Esto justifica la tesis de Hernández Arregui de que el éxito o fracaso de una corriente estético en un grupo social estará vinculado al estado de conciencia de dicho grupo, en este contexto la conciencia nacional será conformada a través de la historia con sus conflictividades cultural así como políticas y sociales. 

Particularmente, el discurso de las élites intelectuales argentinas y su visión sobre las tradiciones autóctonas, la imagen del gaucho, del indio y de los trabajadores oculta una división social del trabajo y un ordenamiento económico internacional absolutamente injusto. Se trata de un discurso pro-imperialista que viene de la época de la colonia y en el que persisten las identidades construidas en torno a  la oposición europeo (cualidades positivas) -no europeo (cualidades negativas). Estas identidades garantizan la permanencia de determinadas relaciones de poder.  Sobre esto, Hernández Arregui (2005:237) dice "¿Qué es la América Hispánica? Para unos, América Hispánica es una actitud de nostalgia hacia el pasado. Y en tanto mera emoción derivada de una consideración conservadora del presente, Hispanoamérica carece de vigencia histórica”.

Durante mucho tiempo se presentó a América Latina en el arte como la naturaleza, el espacio, la tierra, etc. Pero esta representación tampoco es inocente. Tal como dice una vez más nuestro autor, presentarla sólo como el espacio, conocer sólo su ubicación geográfica sin atender a las singularidades de ésta región relega intencionalmente la cultura autóctona y sus fuerzas dinámicas que todavía tienen mucho por aportar para que Latinoamérica termine de sortear los obstáculos que son producto del sometimiento económico y político que le imponen los intereses del poder mundial. 

Bibliografía 
Recalde, Aritz. "Hernández Arregui y la sociología argentina”, artículo en https://docs.google.com/file/d/0BxwV-iLfwIDPNXRhZERRNTRaUU0/edit?pli=1, 2010. Consultado el 01/07/201
Recalde, Aritz. "El periodismo y la conciencia nacional en Juan José Hernández Arregui”, artículo en https://docs.google.com/file/d/0BxwV-iLfwIDPU1NUUEZ6QzlqUjQ/edit, 2012. Consultado el 01/07/201
Recalde, Aritz. "Arturo Jauretche y el periodismo”, artículo en https://docs.google.com/file/d/0BxwV-iLfwIDPcnc1THlfYWEyZVk/edit, 2011. Consultado el 01/07/201

Consultada
Hernández Arregui, Juan José. (2005) "Imperialismo y cultura”, Buenos Aires: Peña Lillo. Ediciones Continente.

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