La memoria de la espada

martes, 12 de septiembre de 2017 · 07:16

Néstor Pérez

(Periodista)

“Definitivamente no podemos permitir el ingreso al Teatro de Operaciones de una fuerza con tan demostrado poder de fuego”… Sabedores del riesgo de reemplazar un artefacto militar, el ejército, por otra de similares aptitudes bélicas, la gendarmería, los ingleses rechazaron el alto el fuego auspiciado por el presidente del Perú Belaúnde Terry, cuando proponía retirar a los beligerantes y situar en Malvinas a una fuerza no militar (1).


La gendarmería, una fuerza que solo reconoce alguna “cordialidad” en aquella ficción llamada Hilario Corvalán propuesta en los lejanos años 60 por el cómic, sigue a mano de los gobiernos republicanos para apalear a cuánto sujeto político tome el control de su propia voluntad y salga a disputarle terreno a los actores de la vigente asimetría económica, aquella que siempre se lleva puestos a los mismos. Y es un instrumento afilado para matar, ya lo decía 30 años atrás la Inglaterra consular en todas las guerras imperiales. ¿Por qué fraudulento acuerdo la democracia republicana sigue esgrimiendo semejante espada en los desacuerdos propios de su vida interna?...

Aunque aún resta saber si tuvo o no que ver con la desaparición de Santiago Maldonado, la versión volcada por Matías Santana tiene algo más que consistencia. Tiene 20 años, perfecta visión, costumbre de observar por binoculares detalles de esas vastedades. El gobierno esgrime para demolerlo que tiene antecedentes penales; y sí parece que los tiene, pero se trata de la misma lucha: estuvo preso en mayo del año pasado, junto a Jones Huala, por ocupar tierras de Benetton. 


Todo queda por saber en una causa poliédrica, pero convengamos que cuando la ministro de seguridad dice por lo bajo – versión Diputada Donda – que quizás a algún gendarme se le haya ido la mano, hiela la sangre. Pero es lo que pensamos buena parte de quienes conocemos el derrotero de brutalidad que guía a la fuerza federal en cuestión. 


Mientras tanto, bueno sería empezar a considerar sacar de escena a los gendarmes en cuánto litigio social gane la calle y, al mismo tiempo, darle una oportunidad a la negociación política, sin miradas cómplices del tipo “cuándo vos lo hiciste (reprimir), yo mire para otro lado”; porque se sabe que esos soldados armados hasta los dientes esconden mal, bajo el pliegue de la legalidad, el fervor de la práctica represiva que les diera origen en 1938. La dirigencia política en su conjunto es responsable de semejante aparato de represión. Veamos.

Es difícil discrepar en que Néstor Kirnchner acertó al impulsar el protocolo de actuación que ganaría la calle recién después de su muerte, en marzo del 2011. Conocido como de “Criterios mínimos”, no autorizaba la portación de armas en el control del espacio público. Pero la paciencia se agotó cuando el modelo ya daba señales de extenuación, empujado por el parate de Brasil, y el desempleo se especializaba en los obreros industriales, lo que se hizo visible con los 35 despedidos de Lear en los agitados días de octubre del 2014; cito ese ejemplo no por aislado, sino para honrar a los trabajadores que la pelearon contra todos los vientos.


La represión auspiciada por el entonces gobernador Scioli – apenas un año más tarde elegido a dedo por Cristina Fernández para perder en las presidenciales - (“estamos en un momento en que hay que cuidar a las empresas que generan trabajo”, se le escuchaba en ese momento) se llevó a cabo con una furia hasta ahí en reposo por decisión política. Había acabado el tiempo de la tolerancia para quienes impugnaban un modelo que no solo no pudo o no supo desmontar los procesos de acumulación económica, sino que, como en el caso de los bancos, se moderó hasta extinguir cualquier manifestación para torcer su práctica expoliadora, remesando sin reparos ni miradas acusatorias: “nunca los bancos ganaron tanto dinero” reconoció CFK, volviendo estéril cualquier aclaración. Con la llegada de Macri al gobierno los bancos solo tuvieron que apretar el acelerador y maximizar los rendimientos. Y si la economía hasta el 2015 se había concentrado – y centralizado – sin pausas, desde entonces no hizo más que desparramar pretensiones populares y movilizar recursos para suscribir despidos masivos.

Juan Lòpez Torales se llamaba el comandante de gendarmería que se arrojó de cabeza ante uno de los autos que seguían por la Panamericana en el corte del 4 de septiembre del 2014. ”El carancho” es una oscura foto de los muchos intentos por posicionar a la gendarmería como una fuerza vindicadora de los derechos ciudadanos, ante tanto atropello de los “inadaptados”. 


Y fue mayor el rigor puesto en desestimar los alcances operativos de gendarmería contenidos en el polémico Proyecto X. Sin embargo, y de acuerdo a un documento oficial fechado en marzo del 2012, se daba cuenta de que gendarmería intervino, entre los años 2005 y 2012, por pedido de jueces a cargo, en 938 casos de alteración del orden público, y que en 578 efectuó “tareas de investigación (individualización e identificación, toma de fotos o grabaciones)”…


El peligro que se cierne hoy sobre los movimientos sociales y políticos, agrupaciones autónomas de estructuras partidarias o grupos disidentes de la siempre anhelada institucionalidad, nos pone hombro con hombro levantando la guardia; pero no fue así cuando el progresismo peronista sepultaba bajo una consigna desdeñosa y preñada de impugnación cualquier protesta sobre el método represivo utilizado en el control de la protesta, durante los años en que fue gobierno: “son los mismos troskos de siempre, los que no pueden meter una mano en ninguna elección. El pueblo es peronista, qué mierda”…Admonición festejada por los dueños de la tierra y los galpones, envenenando el pan de la solidaridad. Santiago tal vez sea trosko, peronista, o…; da lo mismo, es nuestro, pero no aparece y el reclamo es uno solo.


Entre el año 2001 y 2012 hubo 2240 casos de manifestantes criminalizados; es decir, aquella adecuación forzada a una práctica penal de formas de confrontación en el espacio público; o sea, una manifestación por derechos violentados sobre la que se descargaba “todo el peso de la ley”. De ese total, casi en partes iguales, un 32 por ciento se trató del sector gremial, el otro 32 por ciento ocupó a los pueblos originarios. Entre los dos sujetos políticos se llevaban algo menos del 70 por ciento de la causas. ¿Fue casualidad? (2)

Sin escarbar en la profusa documental que aporta desde hace más de 20 años el Centro de Estudios e Investigación Social Nelson Mandela de Chaco, no se tarda nada en encontrar aportes que ayudan a identificar en el de los Pueblos Originarios, un conflicto árido, insoluble hasta aquí y siempre sofocado por la represión. Así, el 23 de noviembre del 2010 fue asesinado Roberto López en el corte de la ruta nacional 86. Sucedió cuando la comunidad Qom Potae Napocna Navogoh reclamaba la devolución y titulación de tierras que asumen propias ancestralmente. La gendarmería abrió el paso para que la policía de Gildo Insfrán avanzara sobre los indios asesinando al anciano jefe. Como hoy cada palabra parece tener que rendirle cuentas al demiurgo ideológico, aclaro: Indios llamó el célebre revolucionario Mariano Moreno a los destinatarios de su tesis doctoral. 


La injustificada e injusta muerte de Roberto López no vela la mirada de este cronista. En esa escena aparece un fusil en manos de la víctima. ¿Fue disparado contra las fuerzas represivas? Nada más se supo, nadie resultó responsable de aquella represión en el interior profundo de Formosa. Casi diez días más tarde de la letal represión, en Buenos Aires que despertaba a un conflicto atávico, en la Biblioteca Nacional Horacio González lo recibía. Escuchemos al Sociólogo: “Los gritos de los esbirros, indio de mierda te voy a matar, eran recreados por Félix Díaz con una dicción perfecta, sin rastros de exaltación ni de rencor, para contar una tragedia, tal como lo habrían hecho los grandes relatores de la antigüedad, un Esquilo del Río Bermejo (…) Jefe sereno, infortunado y perseguido, Félix Díaz sabe que cuenta con partes enteras de una formación nacional de la que conoce como nadie su lado hostil”. No obstante el cobijo de un intelectual sólido además en el territorio áspero de la militancia, no demoró nada Félix Díaz en caer fulminado por la desacreditación como es práctica del Poder con todo aquel que impugna, ardiendo en dolores ajenos.

El valor trocando en disvalor: “no se puede articular con él porque no es un cuadro político”, “no tiene códigos”, “es usado por los medios”…Una vez más la necesidad política de sortear un escollo volvía clandestino y réprobo al “buen salvaje” (3)

La memoria no debe ir muy lejos para recordar otro episodio donde el indio, el originario, el “dueño de la tierra” en esta impagable deuda del Estado, fue blanco de la mayor hostilidad. En Vaca Muerta, el fracking se haría violentando el ecosistema donde el pastoreo iba a dar lugar a perforaciones, derrames y explosiones. El 12 de noviembre del 2014 colocaron un candado bloqueando el principal camino a Loma Campana, después ocuparon el predio. Aseveran como lo hacían entonces, que esas tierras son parte de las 11 mil hectáreas ancestrales que reclaman como propias. La comunidad mapuche Campo Maripe lo gritó fuerte en aquel acampe obstructivo, pero lo paró un muro de silencio. 21 mapuches están imputados y caminan a ser juzgados. 


Benetton produce lana, carne vacuna, ovina y cereales en tres provincias sureñas, son: Chubut, Rìo Negro y Santa Cruz. Con 885.000 Hs, s el dueño de la Patagonia; aunque hay otros, que tampoco son de acá…Douglas Tompkin`s, Ted Turner, Ward Lay (el de las papas y la Pepsi). En sus dominios hay un destacamento de la gendarmería, para asegurarles que nada ni nadie vaya a cuestionarle su predominio. El Estado argentino gasta para que Benetton maximice sus beneficios, inversión colectiva, utilidades privadas, negocio redondo. 


En la hora de éste pedregoso desafío político que la voluntad democrática plantea – de nuevo con la espada disciplinante de la gendarmería - el campo popular debería recoger el aprendizaje que los muchos conflictos no zanjados se proponen como experiencia. Pero sobre todo aceptar que en cuanto al exhausto no hubo conflictos colectivos espurios. Problematizar con el pedernal ideológico, lleva a razonar como el banquero que se confesaba con Scalabrini Ortíz, “el que necesitado no clava a un banco es un gil”; el mismo que luego le dirá, “clavó al banco, es un sirvengûenza” (4)…

                                                                                                    
(1) Malvinas, la última batalla de la 2º Guerra Mundial
(2) Info Organismos DDHH Encuentro Memoria, Verdad y Just.
(3) Ensayo, “Quién le teme a Félix Díaz” Lazzari-Cardin
(4) “El hombre que está solo y espera” R. Scalabrini Ortíz
 

   

Comentarios