Circo, sorpresa, chamamé y sentir folclórico, Cosquín aún puede

La bendición de la lluvia, la común-unión del Cura Chobi y los Duendes de las travesuras permiten que Cosquín pueda, que Cosquín brille entre un circo de artistas desubicados en un escenario gigantesco.
jueves, 29 de enero de 2015 · 11:57
Cosquín. La bendición de la lluvia, la común-unión del Cura Chobi y los Duendes de las travesuras permiten que Cosquín pueda, que Cosquín brille entre un circo de artistas desubicados en un escenario que los supera. La sorpresa de una vedette medida y responsable para superar una prueba de esta magnitud, los sentimientos despiertos con los acordes de una acordeón mágica de la que brota la magia del chámame y los aires de bendita tradición de un dúo de santiagueños que rompe con el maleficio de la lluvia.
 
La cuarta luna de este Cosquín sorprendió con cuadros, luces y fotos para todos los gustos, para el gusto de muchos y para el gusto de unos pocos. Las contradicciones de este pueblo anfitrión se hacen resonancia en esta cajita de música que es el escenario Atahualpa Yupanqui.
 
Es así, deberá así, porque Cosquín sigue, sigue con su gente, con este público que algunos dicen apagado. Se apaga cuando lo quieren engañar para que se encienda. Y no se apaga, es esa brasa que solo los inteligentes saben despertar. No podrán las alocuciones ni gritos desgañitados entremezclados con términos en lenguas originarias, suenan tan falsas que la gente no se enciende.
 
Se enciende con el ballet Camin, se enciende con Antonio Tarrago Ros y su acordeón y ese respeto por el pedazo de patria que representa. Vuela en los potros de la tradición que cabalgan mucho más rápido que un programador o un productor que todo anota en una libreta de almacenero, esa tradición que convocaron bendecidos el Dúo Coplanacu.
 
Este público que se divierte "a pura joda" con el show de Los Tekis, que evidentemente perdieron el rumbo que tomaron en aquella carpa de la plaza San Martín, fogón venido a peña y que los vio nacer. Este público se sorprende con una Coki Ramírez que asumió con altura, responsabilidad y una medida desenvoltura su debut en la Prospero Molina. Este público se hace compinche con los Copla porque rompieron con la ya asegurada designación de yetas si volvía a llover; pero ya lo dijimos, la lluvia este año bendice.
 
Desde temprano la plaza fue tomando color y sorprendió con un setenta por ciento de localidades ocupadas, hecho que generaba gran preocupación en los organizadores por la falta de acompañamiento de la gente y que más se patentiza en el palco oficial donde un grupito de funcionarios y escasas autoridades de otras provincias se aglutinan junto a la intendenta Rosanna Adaglio.
 
La gente venía a divertirse, venía a reírse de lo que se podía, venía a bailar con los jujeños, venía a bailar chámame puro con Antonito, zambas y chacareras con la Copla.
 
El arranque fue romántico pero con folclore, con arreglos pero sano. Los Guaraníes desplegaron su repertorio ya conocido sin mayores sorpresas, con una interesante interactuación que logran con el público que coreó sus canciones, revoleo de ponchos y pañuelos y algunas parejas se atrevieron a bailar.
 
Después, lo ya dicho. Uno de los referentes más destacados y heredero de un grande, asumió pintar con colores del litoral a toda la plaza. Explicó y enseñó el sentimiento que guarda un sapucay y entonces los que gritaban como locos se avinieron a sentir lo que significa ese alarido humano, desde alegría hasta dolor; "también es llanto" explicó y rindió homenaje a "los hermanos paraguayos" y rescató la figura del Gauchito Gil.
 

Coki Ramírez, la sorpresa

Entre todo lo que expone entre caras, miradas, expresiones, silencios y palabras criticas, el público que arribó a la plaza; y otros que con suerte enganchan un canal de tv que transmita; el interrogante se centraba en la presencia de Coki Ramírez en la plaza. No hay buenos antecedentes en este tipo de "pruebas".
 
Así llegó el Cosquín Sinfónico, con la Orquesta Filarmónica del Festival y toda de rojo, sobriavemente vestida y una rosa blanca en su mano, apareció la que apuntaba más para show mediático al lado de un Tinelli que para interpretar temas folclóricos con la altura que exige este público.
 
Silencio total en la plaza. Ese silencio que abraza, que abraza tanto que puede asfixiar si no existen convicciones, preparación y mucho respeto. Y rompió el silencio, sin dudas y con la mirada en el aíre, demostrando que tiene algo más que banca o algún padrinazgo político y para eso eligió Razón de vivir… y gustó. Ya, con Como Pájaros en el Aire demostró aún más, pero se mantuvo serena, sin estridencias y con una muy buena interpretación para cerrar con Honrar la Vida. Solo al final fue un poquito más allá y contó sobre su próximo viaje a visitar al Papa Francisco. La gente se lo permitió y la apludió.
 
Después idas y vueltas, entre lo ya burdo de Ángel Cerrutti que no fue bendecido por lluvia alguna y recibió la falla de sonido que se repite noche a noche. De entrada, después del baile de dos vedettes (¿vedettes?) con un buen estilo de contorsionistas apareció el cómico que sorprendió al público porque parecía imitar a un mudo y los sonidistas a correr, después los acoples y baches varios.
 
Entre lo que el público se transforma en jurado, hay que rescatar la actuación de Emiliano Zerbini que puso a consideración su último disco "Danzas Folklóricas Argentinas", arrancando con esos temas "bailables" y tan tradicionales que siempre llegan a las fibras de este público de Cosquín. Se abrió las puertas, por mérito propio, camino a la consagración, aunque cerquita hay ya dos nombres de muy buen peso. Habrá que ver.
 
Cuando ya se cumplía la hora señalada (por los organizadores, claro) Los Copla le tiraron a la gente Agitando Pañuelos y ya los pasillos se comenzaron a poblar de bailarines. Después todo siguió a pura chacarera, gato y escondido y la plaza bailaba, en esa común-unión que Julio Paz y Roberto Cantos han logrado en el correr de sus años, ya se juntan dos generaciones que bailan con sus ritmos con esa tonalidad tan santiagueña. Y contra dos generaciones no hay Mastel que pueda, y allí se quedaron al pié de su gente logrando robarle al reloj cinco temas más de los previstos.
 

Después, fiesta, circo y desconcierto

Si hubo una coincidencia en esta cuarta luna se apreció entre los numerosos periodistas que le dan cobertura a este festival y se resume en una pregunta que encierra a Los Tekis. ¿Qué quieren hacer estos chicos?
 
Los más entendidos y los no tanto tienen grabado aquel profundo disco Hijos de la Tierra, donde el delirio que despertaban no se asemejaba en nada a esto que proponen hoy, que sin dudas es más marquetinero, más rentable, pero duele ver ese alejarse del camino que hace más de veinte años eligieron y que los llevó a ser Consagración.
 
Fuego, papelitos, luces, bomberos, un montón de policías en la credibilidad que podrán obligar a la gente a sentarse, conformaron un circo que paso de cantarle a la Pachamama a un arreglo (o desarreglo) de ritmos tropicales y ese Rock and Tekis, al que un colega bautizó para cerrar un debate: "eso es NI"
 

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